Diario de una procrastinadora // Día 2
Tomar decisiones. Organizar el tiempo y el caos. Sostener o demorar. Una carrera que a veces gano y casi siempre me deja sin aire. Descanso, retomo. Aquí va mi diario, si consigo escribir todos los días.

DÍA 2
La pantalla está vacía, el cursor titila. No, no voy a comenzar con eso del temor a la hoja en blanco porque ese no es uno es de los miedos que encabezan mi lista.
Mi problema no es tener ideas, sino elegirlas. Es como si fueran una discoteca en pleno incendio a la que le abren la puerta de emergencia, o una jaula llena de lobos hambrientos. Se pelean y se atascan antes de salir. El desafío es escoger la primera. Luego, una magia o las diez mil horas de un oficio aprendido, me ayudan a estirar del hilo.
El verdadero bloqueo creativo no es la falta de ideas sino de orden. Imagina entrar a una biblioteca con millones de libros apilados, sin clasificar. La cantidad pasa a ser una desventaja.
(Ahora mismo, por ejemplo, me viene un título para otro texto y entonces hago una pausa me voy a la pestaña de al lado, escribo dos líneas y regreso).
¿Cómo se puede vivir en una cabeza así? Puede ser agotador, sí.
Mi biblioteca de ideas particular tiene varias habitaciones.
La de los libros apilados es como un paseo: entro, doy una vuelta, saco algún volumen al azar, lo hojeo (¿o es “ojeo”?), lo dejo con cuidado para que una de las montañas no se me caiga encima. O le quito el polvo con la mano, me lo guardo en el bolso con la firme intención de hacer algo con su contenido, porque descubro, por ejemplo, que es una guía de viajes o un libro de recetas. En otras ocasiones comienzo a asfixiarme, cierro la puerta y huyo en busca del aire libre ( voy literalmente a hacer una caminata que me aleje de mi mente) o escapo al cine con palomitas para meterme en la cabeza de alguien diferente a mí (léase “me pongo una serie”).
La sección que está a cargo de una bibliotecaria bajita, minuciosa, con gafas en la punta de la nariz y dos líneas en el entrecejo de tanto concentrarse, es otra cosa. Ahí las ideas tienen carpetas y etiquetas. Algunas son antiguas y ella intenta ponerlas en un estante específico, aunque no se decide a archivarlas del todo. Va probando diferentes sistemas, unos analógicos, otros digitales. Se mueve ágilmente, trabaja todo el tiempo. Su espíritu de eficiencia a veces se choca con el del propósito. Entro a esta sala luminosa y ordenada, me lleno los pulmones de aire y me quedo allí en calma hasta que llega la pregunta: ¿para qué?. Y entonces sé que es hora de guardar mis cosas, saludar a la bibliotecaria, y marchar hacia la acción.
Entonces puede que me dirija al gimnasio. Es un cuarto amplio, con colores alegres, ventanas desde las que se ven árboles movidos por el viento. Allí hay una cinta de correr, pesas para los brazos, para las piernas, artilugios para trabajar los abdominales. A su cargo está una mujer morena, con el pelo rizado, una camiseta gris que siempre muestra un solo hombro y unas medias negras que caen sutilmente bajo las rodillas, sin cubrir los pies (yo les digo “polainas”, mi hija “calentadores”). Sí, “Flashdance” marcó para siempre mi idea de una mujer en forma. De más está decir que siempre suena “Maniac” de fondo.
El único lugar que no visito voluntariamente es uno que tiene el símbolo de “salida de emergencia” . Ni siquiera es un cuarto por derecho propio, sino una escalera. Está mal iluminada y en sus peldaños, sentada, con cara triste está ella: la procrastinadora. Me dice que solo está haciendo una pausa, fuma y aplasta las colillas con sus zapatos feos, se aparta el pelo, que no ha visto la ducha en días, de la cara. Me siento a su lado, no le pido un cigarrillo porque yo no fumo, saco un chocolate del bolsillo y nos ponemos las dos a mirar la pared de enfrente. Algunos me dicen que tengo que abrazarla, que tiene traumas de infancia, que es mi niña interior, que para crecer hay que pasar por el dolor. Otros que salga corriendo de ahí, y tienen fórmulas de 5 pasos para volver al gimnasio o la biblioteca. Yo hago lo que puedo. Al final, más tarde o más temprano, logro tomar el envión para ponerme de pie y salir por donde llegué. “Hasta la próxima”, saludo antes de cerrar la puerta, porque sé que, más tarde o más temprano, volveré a verla.
Y leyendo descubro que la arquitectura de mi psicología no es muy diferente a la de las otras personas.
El cuarto de los libros apilados es lo que Daniel Goleman llama “la mente errante”. Un lugar imprescindible para crear.
La bibliotecaria hace uso de metodologías que se detallan en libros como “Getting things done” (tener las cosas hechas), "Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva" (o eficaz según la traducción), y todos los que vinieron después por el estilo. Su vicio secreto son las apps de productividad como Evernote, Trello, Basecamp, Asana, los cientos de herramientas de Google: calendar, tasks, gmail y sus trucos.
En el gimnasio la palabra reina es “hacer”. En este principio se centran las técnicas de creatividad como las páginas matutinas del Camino del Artista o la famosa teoría de las 10 mil horas (que Goleman cuestiona), incluso el mindfulness o “El poder del ahora”, cuando nos invitan a enfocarnos en el presente. También sirven los grupos, las mentoras, los cursos online. Lo importante es, una vez decidido el rumbo, hacer cada día un poco, llevarlo a la realidad.
Y la oscura salida de emergencia es, claro, la procrastinación. "Esa autoconciencia es una pieza clave para entender por qué procrastinar nos hace sentir mal. Cuando procrastinamos, no solo estamos conscientes de que estamos evadiendo la tarea en cuestión, sino también de que hacerlo es probablemente una mala idea. Y aun así, lo hacemos de todas maneras." dice un artículo del New York Times que cita un montón de estudios sobre el tema.
Ah, ya me cansé por hoy, sigo mañana.
Notas al pie:
Libros:
Focus, de Daniel Goleman, Ed Kairós y en audiolibro
Organízate con eficacia (Getting Things Done), David Allen, Ed Empresa activa y aquí un video que lo resume muy bien
Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, Stephen R. Covey y en audiolibro
Apps para el móvil o el ordenador:
Evernote
Trello
Basecamp
Asana
etc.
Google: calendar, tasks, gmail y sus trucos.
Películas y documentales:
Un fenómeno llamado Elena Ferrante (me olvidé ayer)
Flashdance
Artículos
Procrastinar no es un asunto de holgazanería, sino de manejo de las emociones, por Charlotte Lieberman, The New York Times, 26 de marzo de 2019
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