Diario de una procrastinadora // Día 12
Tomar decisiones. Organizar el tiempo y el caos. Sostener o demorar. Una carrera que a veces gano y casi siempre me deja sin aire. Descanso, retomo. Aquí va mi diario, si consigo escribir todos los días.

DÍA 12
9:23
Ayer no escribí nada. Ni siquiera tres líneas en alguna de las libretas que tengo distribuidas por bolsos y cajones. Ni una sola palabra. ¿Un diario sigue siendo un diario si no es diario?
12:05
Bajo una capa de cansancio descubro otra capa de cansancio.
Después de desayunar he vuelto a la cama. Salto de un pódcast a un video, de una de mis listas a otra, de una sugerencia del algoritmo de Youtube al siguiente. Acabo mi periplo indeciso en una entrevista a Pablo D’Ors de casi una hora.
He leído una novela suya hace varios años que terminé con gran esfuerzo, pero luego me encontré con su “Biografía del silencio”, un libro sobre la meditación y desde entonces me detengo con interés en todo lo que encuentro de este autor. Ahora dice que “la escuela del ser es el no-hacer” y me prometo que más tarde, cuando sea menos y haga más, repasaré la charla y apuntaré algunas de sus frases.
De la cama me he trasladado al sofá para sentirme en una actitud cercana a la productividad. El ordenador me mira desde la mesa del comedor y me recuerda con su presencia que es la semana límite para entregar el excel trimestral de autónoma a la gestora, .
D’Ors dice que tenemos tres opciones frente a la realidad: huir, resolver o disolvernos. Es partidario de la tercera como inmersión en el presente.
Huir. Sé que he estado toda la mañana huyendo de la tarea pendiente, del silencio de la casa, de mi falta de energía, de mi negatividad limítrofe con la tristeza.
Resolver. Ahora, al mediodía, he logrado por fin resolver, al menos una parte. Busco facturas diseminadas en carpetas, en emails, sigo el método que voy perfeccionando cada tres meses en un intento de reducir mi caos y frustración.
Respiro profundo, sigo, sigo y sin embargo siento que avanzo descalza sobre vidrios rotos. Sé que no soy la única autónoma que ha desarrollado esta fobia desproporcionada. Yo conecto con la burocracia, con las injusticias del capitalismo, con mis clases de contabilidad del colegio y con el llano aburrimiento.
He completado un 40 por ciento de mi tarea. Es la hora de comer. Hago una pausa y me propongo continuar con el 60 restante luego de la siesta.
16:45
He sintetizado todos los dramas de mi vida, los reales y los inexistentes, en este instante y estoy llorando.
Abrí un grifo que no soy capaz de cerrar y me abrazo a mi empático interlocutor. Me invita a un paseo por el aire libre y acepto. Caliento el agua para el mate. Decidimos salir en el coche, poniendo varios kilómetros entre el excel y yo.
18:09
Vamos a una playa solitaria y extensa que colinda con un río. Del cielo cuelgan unos nubarrones color acero y el viento es el óptimo para hacer volar esos híbridos entre paracaídas y tablas de surf que son la especialidad de la zona. En medio de la ráfaga, apuntalamos con vehemencia las sillas verdes y el canasto con un termo, yerba mate y galletitas, para cumplir con el ritual de la tarde.
Estamos los dos solos y convocamos nuestros primeros veranos, cuando llegar a un lugar similar implicaba horas de aviones, buses, barcos, autos, a veces todos combinados. Hemos soñado con vivir en un lugar cerca del mar en varios continentes.
Con vaivenes y fracasos incluidos, con desafíos aún incompletos, lo hemos conseguido.
Vamos a caminar por la orilla; las olas se sienten más tibias que el aire. La arena fina me aguijonea con chispas invisibles. Con los dedos de los pies peino trozos de madera blanqueadas como huesos al sol y fragmentos verdes, azules, naranjas, que alguna vez fueron una botella, un calzado, un ladrillo. Restos que la erosión igualó en este colchón suave que cede a nuestras huellas.
21:30
Estamos de vuelta en casa. Servimos gazpacho, una sidra fría, un queso holandés. Suena Spinetta. Me disuelvo en esta noche aún iluminada, de un lunes que disfrazo de domingo.
Mañana, me digo. Mañana.
................ Aunque los esfuerzos de atención fuesen durante años aparentemente estériles, un día, una luz exactamente proporcional a esos esfuerzos inundará el alma. Cada esfuerzo añade un poco más de oro a un tesoro que nada en el mundo puede sustraer. Simone Weil, citado en Biografía del silencio
Notas al pie:
Libros
Biografía del silencio, Pablo D'Ors, Ed.Galaxia Gutenberg, y un fragmento en pdf de la Ed. Siruela
videos
"El ejercicio lento de lo cotidiano", con Pablo D'Ors, escritor y sacerdote.
Si recién llegas por aquí, puedes leer otras cartas y artículos en el blog.
Si quieres que alguien que conoces reciba estos emails, puedes invitarla a suscribirse a