Diez millones de asteroides cruzan la pantalla oscura de mi concentración.
Sostener el vacío para luego imprimir una idea, una sola, y seguirla hasta el final.
Una tarea, una sola y poder tacharla de la lista.
En estos días de tantos inputs y a la vez un telón que baja de golpe.
Decido hacer una sola cosa, escribir esta carta, aunque sea el mediodía ya.
Me parece entender que todos, todas, andamos medio perdidos estas semanas de alegría obligatoria, que brilla como papel de regalo, como lucecitas colgadas en los puentes, que suena como una melodía de Bublé en bucle, y al fin son burbujas en una copa de cava que en enero se habrán desvanecido para dar lugar otra vez al café de un lunes corriente.
Yo misma me compré una camisa negra semitransparente con reflejos plateados en el black friday (a precio normal de multinacional fast fashion porque esa no gozaba de la rebaja) solo para estar a tono con la excepcionalidad. Aceptando mis incoherencias, junto con la ilusión de verme sexy.
Quién, en su sano juicio, quiere ser impecable con su ideología y sus acciones todo el tiempo, qué agotador sería.
Me dejo llevar como corderito por el ritual familiar con la certeza de que tendrá sus momentos reconfortantes de felicidad genuina. Soy la encargada de la app para sortear el amigo invisible (o pariente anónimo) para ejecutar nuestro tradicional minimalismo navideño: un solo regalo y con presupuesto uniforme y escueto. En ese sentido podría decir que logré vencer la batalla consumista.
Familia extendida, familia nuclear, nos reuniremos con sus configuraciones posibles modelo 2023. Y luego cada uno por su lado, esperar la última medianoche entre las amistades que el azar de agendas permita.
Yo me pido estrenar el año bailando entre risas y luces disco, con un par de copas de más y una dosis (in)decente de (in)conciencia. Aceptando y agradeciendo esa camisa con brillos que también quiero ser.
Y que el año me traiga muchos textos y más ojos para recorrerlos.
(debajo, dos poemas ácidos o amargos, lúcidos en todo caso encontrados en Libro Emma Gunst para equilibrar tanta azúcar navideña; uno de la gran Cristina Peri Rossi)
FORMAR UNA FAMILIA
Aquella mujer me gustaba mucho
pero me propuso que formáramos una familia
ella ya tenía un hijo
de su primer marido
tenía padre madre hermanos y primos
Otra familia me parecía una redundancia.
¿Para qué quieres otra familia? –le contesté
¿Para que vea cómo tu hijo no baja la tapa
del retrete por miedo oculto a la castración
y cómo tu hermana no cierra la puerta del baño
para no perderse nada de lo que ocurre en el salón?
¿Ésa es tu idea de una familia? –me preguntó.
No, además tenía otras ideas:
gente con la cual yo no me tomaría un café
si no mediara un parentesco
gente que discute por dinero
propiedades cuentas bancarias
gente que no se habla por un asunto
de reparto de sillas o de sofás
y que se reúnen una vez al año
–por Navidad–
sin tener ganas
y se pasan la noche anterior
y el veinticinco de diciembre
comiendo y bebiendo
y haciendo mucho ruido.
¿Tú qué haces por Navidad? –me preguntó, entonces.
Busco una emisora de música clásica
–le dije–
y juego a la playstation.
Cristina Peri Rossi
(Montevideo, Uruguay, 1941)
ESCRITORA/POETA/LICENCIADA EN LITERATURA COMPARADA/PERIODISTA/TRADUCTORA
de Playstation, Visor Libros, 2009
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su WEB
EL PRINCIPIO
Esa navidad le regalé una almohada.
Una almohada no es más que eso: un regalo.
Pudo haber sido un libro
una corbata, un perfume, un reloj. Pero le regalé una almohada.
Esa navidad él me contó
que yo ya no estaba en sus sueños:
había visto muchas puertas y oscuros callejones.
También me advirtió de la inmensa pena
que le daba tener que decirme
sus infinitos deseos
de acariciar otro cuerpo
mirar otros ojos
la ilusión de esperar a alguien
y la ansiedad de no saber
las ganas
de besar, abrazar, tocar, cantar, lamer, sonreír, reír, silbar, bailar.
Y yo le regalé una almohada.
Giovanna Pollarolo Giglio
(Tacna, Perú, 1952)
POETA/EDITORA/DOCENTE
de La ceremonia del adiós, Peisa Editorial, 1997
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NAVIDAD, DULCE NAVIDAD
Llueven reclamos sobre cabezas permeables,
sobre los ojos de nadie, o sobre los ojos
cegados que se deslizan sin nombre
por los pasillos de esta ciudad frigorífico,
mientras las bombillas de bajo consumo
revelan abundantes sombras en la acera
y los televisores vociferantes anuncian
la llegada del supermesías de juguete,
ahora que la inocencia perdió el autobús
y sólo quedan lazos y tarjetas de crédito,
me atrinchero tras un banco de la Gran Vía
y tomo aire antes de lanzarme a la corriente.
Marta Noviembre
(Barcelona, España, 1976)
Reside en Madrid
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extraído de su BLOG
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