Diario de otra procrastinadora #07
Escribir para vaciar. Ecos, resaca y empanadas de trasnoche.
Dejo dos bolsas de basura en la puerta como si abandonara los cimientos de mi procrastinadora. El caos siempre es una excusa. Dirigirse al orden siempre es una excusa. Todo puede esperar, excepto las palabras que quieren huir de la mente al papel.
Vuelvo al familiar sonido hueco que rebota en unas paredes desnudas. Quito los últimos zapatos del pasillo y un eco redobla los ruidos como bombas recién explotadas. Es el inicio de un fin. Otro. El vigésimonoveno inciso del décimo capítulo del tomo ocho. Cualquier intento de enumeración caería en lo impreciso.
No hay una gata esta vez inquietándose por el olfato de cajas y bolsas y canastos. (Hijo Mayor me avisa que llegará antes del mediodía. Atiendo su llamada y vuelvo al texto.)
Este lunes marca el principio de otra conquista de lo nuevo sobre lo antiguo, de lo incierto sobre lo conocido. Se llamaría mudanza si ya hubiese otra casa para recibir mis cosas. Si hubiese otra vida cotidiana que fuera a reemplazar esta.
No: hago mi primer salto a un vacío sin bordes de los que agarrarse. Alguien que no me conoce de otras acrobacias me pregunta si este desmontaje llama a mi nostalgia. Le explico que en mi adn migrante se extirpó esa emoción, al menos en lo inmediato, y que suele aparecer meses o años más tarde: cuando lo irrevocable hace que se parezca menos a una flor recién arrancada que a unas de esas papeletas de pétalos pálidos que se conservan entre las páginas de un libro.
Nostalgia no, pereza sí. Densa como mercurio.
El domingo transcurrió vacío y con resaca. Empecé a mover cosas muy tarde, tan tarde que ya se había desplegado la noche. Mis amigas sentadas en la cocina servían de apoyo moral mientras yo circulaba con mantas y cajones y botellitas de un espacio al otro. Sonaba “yendo de la cama al living” en mi cabeza y alguna imagen de “casa tomada”. En los momentos de agotamiento vuelvo a mi argentinidad esencial: Charly García y Cortázar.
El sábado desperté a Hija con un café al mediodía. Llegó Hijo Menor y me ayudó a mover el sofácama. Improvisamos lentejas. Ducha y salir con planes culturales y festivos varios para justificar el desplazamiento hacia la otra punta del pueblo.
Primero, la inauguración de un jardín inspirado en una novela, que su propietaria regaló luego a la escritora. “¿Qué le regalarías a Taylor Swift?” Le pregunté en voz baja a Hija mientras leían un poema. También le pedí una precisión del catalán y me confirmó que a veces “ma” es “la meva” (mía). Me señaló que detrás de mí, en el impoluto jardín recién restaurado, había un preservativo. Para la preservación de la historia, le dije.
Seguimos camino hacia el pueblo y nos encontramos con una conocida, que presentaba su traducción de la primera novela de una autora que leí con entusiasmo: Donna Tartt. No pudimos quedarnos porque Hija ya tenía plan y yo iba con tiempo justo para ver la obra textil de una artista vecina. Nos despedimos y seguimos cada una en dirección opuesta.
Luego dj al aire libre que acabó demasiado pronto; pub con música demasiado mala para quedarnos incluso con elevada voluntad de bailar; final después de la medianoche, inesperado: vino, empanadas (con repulgue hecho con nuestras manos a modo de concurso) y música de vinilos en el restaurante ya cerrado del amigo de una de las mujeres del grupo. Mi lema de los últimos tiempos: jamás sé cómo va a acabar un día.
Sábado cultural-social-festivo, domingo de resaca, lunes de mover cosas y escribir.
Y aquí estoy, al final de este texto. Al filo de otro episodio sin título en este vacío que ya no es nido sino puro vuelo.
PD: Me gusta leer coincidencias. (Con links y poemas, más abajo)
En septiembre escribí para una carta que no acabé: “Hijo Mayor me invita a cenar. Dos empanadas con carne cortada a mano y cuchillo, fritas. Una caballa con salsa teriyaki, dos copas de vino blanco.” El restaurante, el mismo de los vinilos.
Recibo una entrevista a un tuareg (pueblo nómada del Sahara) porque habla del tiempo y yo hablaré de la gestión del tiempo en el programa de radio de
. Luego un amigo aficionado a los stickers me envía uno que dice “soy más nómada que un tuareg pero menos que Andrea”.Leo unos poemas de Sharon Olds en el substack de
y luego Poeta me envía este párrafo:(…) Si renunciás, ahora,
a tu deseo de ser una artista, puede que él
te ame toda la vida – ¿cuál hubiera sido
la respuesta? Ni siquiera tenía poemas,
nacerían más tarde de nuestra vida familiar –
qué podría haber dicho: nada, nada va a detenerme.
(fragmento del poema El atril, del libro El salto del ciervo, Sharon Olds)
Y yo busco otros, mi fuente como siempre Libro Emma Gunst
EXCLUSIVIDAD
(para mi hija)
Me acuesto ahora en la arena de la playa y te miro
a vos que estás también
acostada en la arena. Quiero grabarte en mi memoria
para cuando no estés más conmigo: tus labios
turgentes y brillantes de rouge bajo el sol,
tus labios suaves como los labios interiores
de una concha de mar; tu piel dorada de vainilla,
barnizada y apenas irregular como la superficie
de una vainilla, tu pelo atado en un rodete serio.
Te amé en vez de a otros,
te amé como una forma de no amar a nadie más,
cada partícula precisa de tu cuerpo
hacía el dios, así como vos fuiste hecha dentro mío,
en un mundo sellado. ¿Y qué si de tus labios aprendí
el amor de otros labios, si de tus trenzas y gomitas
el amor de otros lazos, si de tus ojos que
se estremecen cerrados, el amor de otros ojos,
de tu cuerpo los cuerpos,
de tu vida las vidas?
Hoy veo que hay algo que aprender de vos
y es a amar lo que no me pertenece.
Sharon Olds
(San Francisco, EE.UU., 1942)
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(este aparece en la película Into the Wild / Hacia rutas salvajes)
VUELVO A MAYO DE 1937
Los veo parados en los portones de sus universidades.
Veo a mi padre saliendo
bajo el arco de arenisca ocre,
las tejas rojas brillando como platos
doblados de sangre tras su cabeza.
Veo a mi madre con libros ligeros en su cadera,
parada en la columna de ladrillos con los portones de hierro forjado,
aún abiertos detrás de ella, con las puntas de espada.
Están a punto de casarse.
Son niños. Son tontos.
Sólo saben que son inocentes y que jamás lastimarían a nadie.
Quiero ir y decirles que no lo hagan.
Que ella es la mujer equivocada, que él es el hombre equivocado.
Que harán cosas que ni se imaginan.
Que le harán daño a los niños.
Que sufrirán de forma inimaginable.
Que van a querer morirse.
Quiero ir y decírselos en la luz de Mayo.
Pero no lo hago. Quiero vivir.
Los tomo como muñecos de papel,
y los froto uno contra el otro por las caderas como pedernal,
como si quisiera sacarles chispas. Y digo:
Hagan lo que van a hacer, que yo lo contaré.
I GO BACK TO MAY 1937
I see them standing at the formal gates of their colleges,
I see my father strolling out
under the ochre sandstone arch, the
red tiles glinting like bent
plates of blood behind his head, I
see my mother with a few light books at her hip
standing at the pillar made of tiny bricks,
the wrought-iron gate still open behind her, its
sword-tips aglow in the May air,
they are about to graduate, they are about to get married,
they are kids, they are dumb, all they know is they are
innocent, they would never hurt anybody.
I want to go up to them and say Stop,
don’t do it—she’s the wrong woman,
he’s the wrong man, you are going to do things
you cannot imagine you would ever do,
you are going to do bad things to children,
you are going to suffer in ways you have not heard of,
you are going to want to die. I want to go
up to them there in the late May sunlight and say it,
her hungry pretty face turning to me,
her pitiful beautiful untouched body,
his arrogant handsome face turning to me,
his pitiful beautiful untouched body,
but I don’t do it. I want to live. I
take them up like the male and female
paper dolls and bang them together
at the hips, like chips of flint, as if to
strike sparks from them, I say
Do what you are going to do, and I will tell about it.
The Gold Cell, Alfred A. Knopf, Ramdon House, 1987
Sharon Olds
(San Francisco, EE. UU., 1942)
en The Gold Cell, Alfred A. Knopf, Ramdon House, 1987
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Escribí “Diario de una procrastinadora” en junio-agosto de 2021
tus imágenes son una delicia.
Gracias Andrea por tus compartirles, tus cartas son adictivas, quiero más de tus historias, simplemente me parecen inspiradoras, tus trozos de vida son auténticos, como tu ADN nómada... Estar cerca de ti me transporta a un espacio tiempo kairos en el presente más infinito, colgando del vacío más vertiginoso pero a la vez sanador🤩❤️