Diario de otra procrastinadora #03
Escribir para agostar. Tigres, abejas y amaneceres melancólicos.
Salgo a la terraza antes de las 7 para mirar el cielo. Lo cubre una capa gris. Quiero repetir la magia de ir a esperar el amanecer en la cala que tengo a diez minutos de bosque: un disco fucsia fluorescente apareciendo puntualísimo desde el fondo del mar. Y no. El telón brumoso solo me dejaría melancolía, anticipo. Vuelvo a la cama a escuchar un podcast y dormir un rato más.
A las 8 preparo un capuccino y voy a desayunar a la terraza. Necesito un abrigo (una de mis cien rebequitas, dice Hija) y una manta de lana para completar el croisant.
////
Todos los días estoy con gente que va contando los días de verano como si fueran de prisión: “falta uno menos hacia la libertad”, y lo tachan. Hijo Menor, que mueve botes del arena al agua, del agua a la arena durante sesenta horas semanales; una amiga que trabaja en una oficina siete días de siete; otra que alterna tres ocupaciones.
Es el ciclo eterno en un pueblo que vive del turismo de sol y playa, donde los trabajadores son un decorado más para las visitas y los “guiris” unas figuras intercambiables y molestas para quienes están a sus órdenes. Recurso humano convertido en set o en insumo, te lo empaquetan y lo venden como vacaciones.
Pasa el ecuador de este mes, los días son más mezquinos en luz solar y no quiero que se agoten. No los tacho ni los atrapo. Soy consciente de que el tiempo es un río que pasa. Este agosto no volverá en el 2025, ni yo seré tan joven como ahora.
Memento mori.
Resisto con alegría a los 40 grados de sensación térmica aunque nublen mi entendimiento. En cambio empiezo a apagar mi ánimo cuando las piernas desnudas piden una manta para estar cómoda a la intemperie. Tengo un alma tropical y noctámbula.
La voz de la procrastinadora se apaga de noche, en fines de semana y mientras bailo. Por eso un concierto en vivo en un chiringuito de playa, con los pies moviéndose en la arena, no necesitan ni de la cerveza que tengo en la mano para callar al angelito malo de buenas intenciones.
Me digo “mañana lo intento de nuevo” y soy genuinamente happy agotando agosto. Yo agosto, tú agostas, nosotras agostamos.
((agostar: 1. verbo transitivo. Dicho del excesivo calor: Secar o abrasar las plantas. Similar: secar, abrasar, marchitar, consumir, gastar, decaer. 2. verbo transitivo. Consumir, debilitar, o destruir las cualidades físicas o morales de alguien.))
El podcast de esta mañana era sobre eso, la vocecita interior que autoboicotea y unas cuantas estrategias para domesticarla.
(link más abajo)
/////
Un mediodía de sol y vestido largo amarillo, sombrero negro y pelo con aceite de coco, me hago una selfie de esas que quieren parecer naturales y en cierto modo lo son. Con una sonrisa que no es natural, porque si no hago esfuerzos lo natural es mi “resting bitch face” (cara muy seria cuando está en reposo, término preciso que me enseñó Hija, que tiene términos precisos para casi todo).
Envío esa foto mientras camino, cegada por el sol, y enseguida recibo una respuesta: “parece que no te picó”. ¿Qué? y otra vez la foto, con un círculo verde, señalando una enorme abeja en primer plano, que por supuesto no vi mientras ensayaba mi sonrisa y disparaba la cámara frontal. A otra gente le salen fantasmas o aura de colores. A mí, una abeja, cuando estoy vestida de amarillo, con un sombrero negro y sonrisa ad hoc.
(foto más abajo)
Hijo Mayor se tatuó un tigre del tamaño de su antebrazo. Dice que es un ritual de paso, un cambio de etapa. Cuando me mostró el boceto me pareció que tenía una cara muy agresiva. “¿De verdad querés ver esa cara de mala leche el resto de tu vida cuando te despiertes?”, argumenté. A la artista le transmitió mi inquietud y ahora parece que el felino sonríe un poco. El dueño del estudio le preguntó si en vez de un tigre no quería un gatito. El tigre de tinta lo anima cada mañana, le dice algo así como que se levante y enfrente la vida con fiereza.
(foto más abajo)
Buscamos:
“El tigre es un poderoso animal espiritual que representa guía, sabiduría, protección, conciencia y dirección en el camino de la vida.”
Recuerdo eso y yo, que intento ver señales por todas partes, busco:
“Las personas que están protegidas por la abeja como su animal de poder se caracterizan por ser personas muy productivas, lo que también suele ir acompañado de un carácter ordenado y de una gran capacidad de organización, tanto a nivel personal como colectivo.”
Y me quedo en paz, con ese mensaje en un zumbido, agostando.
El podcast: Psicología al desnudo @psi.mamolitti, “La voz autocrítica, cómo suavizar el infierno interior”
Escribí “Diario de una procrastinadora” en junio-agosto de 2021
Lo de la abeja me ha impactado! Lo de La cara de resting bitch face jajaja. Un Abrazo!