Diario de otra procrastinadora #02
Escribir para salvarme del caos. Autoficción, mesas y bichos.
Escribo porque en la inmensidad del caos, saber que tengo un idioma me tranquiliza.
Una caja de costura amplia aunque finita. Con significados variables y subjetivos pero que son compartidos y dan alguna pista de lo que quieren decir cuando se pronuncian.
Una “mesa” es de plástico o madera, con platos o ravioles de domingo o niños haciendo tareas de la escuela, pero en ningún caso es una “silla”, aunque compartan una superficie plana y cuatro patas. Tampoco se trata de ningún animal cuadrúpedo.
Esa cualidad del lenguaje me salva de la angustia de lo inabarcable.
////
Escribir es acceder a un espacio frágil. Siempre.
Lo confirma gente que ha publicado, obtenido premios, que vive de escribir. Y parece aún más frágil cuando se ha logrado publicar, ser premiada, obtener dinero e identidad de esta vocación. Quizá porque hay más por perder. Quizá porque hay más ojos observando. Quizá porque el miedo a repetirse o equivocarse tiene más eco.
Hay escrituras más sosegadas, menos viscerales, de riesgo medido. ¿Depende de la distancia con el yo?
Periodismo narrativo: no inventar ningún hecho, usar los mecanismos literarios para contar la historia. Ficción, inventarlo todo. ¿Autoficción? Artefacto extraño en el que yo y solo yo sé cuál es la parte inventada.
En realidad, toda realidad es un invento. Tengo dos hijos y una hija, soy tres madres que no parecen ni hermanas entre sí.
////
Leo y lo que leo es una ola que se eleva, que me eleva, que me provoca responder, usar algo de esa esencia, como copia o inspiración. Es una verdad de perogrullo: para escribir es mucho más materia prima la lectura que las instrucciones.
///
Digo “culpa” o digo “miedo”, los escribo y dejan de ser bichos horribles; de pronto son objetos hermosos de caparazones irisados. Después de ponerlos sobre el papel y darles vida propia, suelto el lápiz o el teclado con el alivio de saber que ya no están anidando en la cabeza.
Recién entonces salgo a caminar, bailar, comprar manzanas o tomar un café con leche. Y esos verbos son mucho más reales porque los he conjugado.
La gramática me rescata de mi ficción.
Escribí “Diario de una procrastinadora” en junio-agosto de 2021